Así como existen distintas formas de gobierno, dentro del ámbito de la pareja y familia, hay también diferentes tipos de relación en función de la distribución del poder. Ninguna es mejor ni peor que otra, siempre y cuando sea saludable y escogida por todos.

¿Con qué tipo de gobierno te identificas?

  • Dictadura:
    El poder es unipersonal, el Dictador  ejerce el control absoluto de lo que ocurre en la familia.  Las relaciones entre los miembros son basadas en el miedo a la autoridad. El control se ejerce a través de las normas tomadas unipersonalmente, a través de la violencia física o psicológica,  y en última instancia, suele ser a través del dinero.  La sumisión genera dependencia, inseguridad, falta de confianza y resentimiento en el resto de los miembros de la familia, que quieren cambiar las cosas pero no tienen la fuerza moral, emocional o económica para hacerlo. A lo largo de la historia el rol del Dictador  solía recaer en el hombre, pero con la incorporación de la mujer al ámbito laboral de las últimas décadas, el crecimiento de las familias reconstituidas y la situación de crisis económica de la última década, donde muchos hombres se han quedado sin trabajo y han caído en el paro reiteradas veces, ha hecho que este rol de Dictador sea representado muchas veces por la mujer. Tanto si se trata del hombre, como si es la mujer la dominada, el poder personal suele ejercerse sobre todo en el rechazo a la sexualidad y/o intimidad con este Dictador/a.
  • Monarquía Constitucional:
    El Soberano ejerce el poder generalmente en cuestiones económicas o de comportamiento moral, pero hay también “otros órganos de gobierno” que participan en la toma de decisiones y colaboran con el monarca para que se atienda a lo dispuesto en la ley. Por ejemplo, la mujer (o el hombres) es la “reina del hogar” – y con hogar me refiero también a colegio, actividades extraescolares, etc. –  y se ocupa de que dentro del ámbito doméstico se cumplan las normas. En cuanto a relaciones sociales y familiares, es decir fuera de casa, es el monarca el que se muestra dominante y que tiene la última palabra  – al menos en apariencia – y que llegado el caso de confrontación o protesta por parte de algún miembro de la familia, reclama mediante palabras hostiles o elevando la voz, su rol bien establecido. Aun así, hay margen dentro de este tipo de relación para rectificar el rumbo y existen diversas zonas de influencia de parte de los hijos si los hubiera. Esto sí, impera siempre la división rígida de roles.
  • República Bananera:
    Hay un Presidente establecido pero es meramente figurativo ya que el poder real se ejerce desde fuera, generalmente basado en la dependencia económica: la familia de origen. No hay normas propias y los miembros quedan librados a su suerte por temor a perder la aprobación, la identidad, o la herencia familiar. Cuando tanto la mujer como el hombre están alineados y/o no son conscientes de esta sutil dominación establecida, no suele haber grandes crisis. Pero cuando uno de los dos comienza a cuestionarse u oponerse a las leyes familiarmente heredadas, es cuando pueden comenzar a salir a la luz los malestares y frustraciones muy bien guardados a lo largo de los años. Presiones sutiles que se han ido aceptando y “tragando” sin real voluntad – aún a costa de erosionar la propia autoestima – pueden crear presión por parte de los miembros de la familia para que el Presidente marque ciertos límites al gobierno externo. A veces el rol de Presidente recae en uno de los miembros de la pareja y a veces en el otro, ya que ambas familias de origen suelen estar muy presentes en la vida cotidiana, estableciendo las leyes y normas de comportamiento. La pareja en su conjunto suele tener un sesgo tradicional y conservador, y se muestra muy sólida y poco cambiante tanto dentro como fuera del ámbito doméstico.
  • Democracia:
    Todos los miembros de la familia pueden opinar y participar de las decisiones como la alimentación, el destino vacacional, o qué comprar en la casa, pero las decisiones más importantes y estructurales son tomadas por ambos padres tras largas conversaciones y negociaciones. Llegar al consenso puede llevar tiempo y prórrogas, pero el clima familiar es distendido para compartir y opinar abiertamente. Aunque muchas veces se generen discusiones – como en todo tipo de relación que conlleve intimidad – hay suficiente confianza e intimidad entre los miembros para abordar tanto los temas más banales, como los profundos. Estas suelen ser las parejas, y en consecuencia las familias, más saludables y prósperas en todos los aspectos ya que cada uno cumple su rol y se siente lo suficientemente bien consigo mismo/a como para compartir aquello que no le hace bien de la relación o de la ley establecida. Cuando hay problemas se habla y pide ayuda a los amigos y familiares, y en el caso de acarrear cierta crisis, se busca ayuda externa de un experto en relaciones y problemas de comunicación, como puede ser un Terapeuta.

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