¿Llevas una temporada dándole vueltas en tu interior, así como en las discusiones que tienes con tu pareja, si contraer o no mayor compromiso, sea pasando a convivir, contraer matrimonio o tener descendencia?. ¿Es tu compañero/a el que duda si dar o no este paso como un avance más en vuestra relación?.
Hasta hace dos o tres décadas éste era un dilema irrelevante o poco cuestionado en las relaciones amorosas. ¿Por qué no habría de convivir, contraer matrimonio o formar familia aquella pareja más o menos estable que se conocía y quería?
Podríamos pensar que detrás de esta inquietud existe la sombra de oposición entre amor y razón. O bien adjudicar este dilema a la ya conocida precariedad de las instituciones que hoy vivimos en el mundo globalizado tanto a nivel de trabajo, política, dinero, sociedad y, como era de esperar, pareja y familia.
Como dice Zygmunt Bauman en su libro Amor líquido «todo es pasajero». Las instituciones, según el autor, están caracterizadas por la falta de solidez, calidez y por una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menos compromiso.
Es como si ante el dilema de mayor compromiso y formalidad en el vínculo, cada uno de los miembros de la pareja, tanto desde el inicio como avanzado el tiempo de la relación, se dijera a sí mismo/a “vamos a ver qué pasa”, preparándose así para una posible separación, defendiéndose emocionalmente desde un inicio para evitar el dolor de una posible ruptura y pérdida. Evitando ciertos rituales y/o compromisos tales como la convivencia, el casamiento, los hijos, como vacuna contra una futura separación.
Otros pensadores y terapeutas por el contrario consideran el modelo actual de pareja un poco caduco, ya que es excesivamente posesivo y materialista. Que se sigue anclado al modelo tradicional de pareja que heredado, donde se piensa la relación para toda la vida, y además con el falso mito de que la pareja tiene que dar la felicidad. Pero como lo representan las estadísticas y puedo ver en mi consulta, lo más probable es que se tengan tres o cuatro parejas estables a lo largo de la vida. Es decir, una monogamia secuencial, ya que nunca se ha vivido con tanta libertad, y menos en cuanto a posibles modelos de relación amorosa y sexual se refiere.
Reiteradas veces oigo – sobre todo por parte de mis clientas del sexo femenino – algo por el estilo: «Dada la falta de seguridades en la vida, ¿Por qué no disfrutar de ser padres o de una bonita ceremonia de casamiento, con el beneficio extra de la mirada aprobatoria de mis padres y de la sociedad hacia nuestro amor y nuestro vínculo?». Desde luego que esta frase es un resumen de diferentes deseos e ilusiones más o menos conscientes y verbalizados por ellos/as.
Por otra parte existe otra tendencia de clientes – debo decir esta vez que en la mayoría hombres – que se sienten arrastrados por su mujer a echar raíces y adquirir mayor estabilidad en la relación, como si se derivara del mito tradicional de la mujer que espera como única meta en la vida casarse y tener hijos. Aquí aparece por lo general por parte de ellos, el miedo irracional al compromiso y la perpetuidad.
La sexualidad humana, no atada a la reproducción como pueden estar otras especies, y sofisticada-modificada por los progresos sociales y culturales, ofrece otro tipo de acuerdos en la relación, así como otro tipo de necesidades, sean manifiestas o no en la pareja.
Tendencias a favor del compromiso y la estabilidad:
– Si existe un vínculo fuerte entre la pareja, no debería modificarse por la llegada de los hijos o por un ritual de unión como el matrimonio.
– Con la presencia de los hijos, simplifica las cuestiones administrativas y burocráticas, escolaridad, derechos sucesorios, coberturas médicas, etc.
– Después de un paso adelante como es pasar a convivir, contraer matrimonio o tener descendencia, la sensación interior de los miembros es de mayor seguridad en el vínculo y en general en la vida. Saber que hay alguien “para toda la vida” a su lado genera cierto aire de bienestar y tranquilidad.
Tendencias en contra:
– Ningún papel o compromiso puede asegurar una relación y menos el amor.
– Cuando se casa o tiene hijos una pareja que ya se encuentra conviviendo desde hace años, es muy posible que devenga la separación. Establecida una formalidad, desvanece o disminuye el romanticismo y la sexualidad.
– En caso de ruptura y divorcio, son más engorrosos y caros los trámites y la separación.
– No existe el amor a largo plazo, todas las relaciones tienen un plazo de caducidad.
La pareja es un espacio que se decide construir en conjunto, donde se encuentran dos estilos afectivos que vienen heredados de los respectivos pasados, tanto familiares como personales. Incluso, en la mayoría de los casos hoy por hoy, cargado de una mochila más o menos pesada de desengaños amorosos, divorcios o hijos con parejas anteriores.
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