Hasta hace un par de décadas, el rol femenino estaba muy bien definido, con las consecuencias a diferentes niveles que esto ejercía sobre las mujeres, llegando incluso a operar en los sustratos más inconscientes de su voluntad, lo que las hacía casarse y convertirse en madres cuando en lo más íntimo y profundo deseaban tan solo la libertad, soledad o al menos tener una vida sin descendencia. Y ni hablar de la inmensa mayoría de mujeres quienes conscientemente no deseaban este tipo de vida para sí misma, o al menos no con ese compañero no escogido por sí mismas. Con el correr de los años y sobre todo en el mundo occidental, las mujeres comenzaron a rebelarse de forma privada y pública de forma cada vez más ferviente con el hecho de ser fundamentalmente madres y amas de casa, comenzando a adoptar nuevos roles en el ámbito familiar y público, así como trabajos y posiciones que hasta hace muy pocas décadas estaban confinados únicamente a los hombres. Las teorías modernas y el feminismo aseguran por ejemplo que no existe el instinto maternal como tal, si no, que es una mera construcción cultural, asentada en una base instintiva.
Desde la psicología y la vida cotidiana podemos observar que hay una tendencia desde los juegos infantiles de las niñas a cuidar, alimentar y abrigar a otro, sea más desválido o no, al igual que las hembras lo hacen en el mundo animal.
Sería un trabajo imposible y sin sentido unificar y ponerse de acuerdo entre todas las teorías que existen al respecto. Lo que es importante de verdad para tí como persona y como mujer es reconocer, aceptar y validar qué es aquello que despierta tu deseo de ser madre. ¿Cuál sería el valor de formalizar ciertas inclinaciones, instintos, aprendizajes culturales, o lo que fuera, engendrando otro ser humano que te obligará por la mayor parte de tu vida a ponerte a disposición y cuidado de otra persona? O por el contrario, reconocer, aceptar e integrar tu decisión de no tener descendencia y abrazar de una vez por todas y plenamente tu propio sentir, asumiendo las consecuencias que esta decisión pueda traer en tu pareja.
Tener o NO tener hijos/as es lo mejor que puedes hacer siempre y cuando sea una decisión tomada desde la libertad de posibilidades, la escucha profunda y sensata, y la responsabilidad de sentirte un ser completo por tí misma. Y a poder ser – pese a no ser tenido en cuenta muchas veces – un hijo/a no debería venir desde el deseo de llenar un vacío en tu vida, tu personalidad o tu pareja. Tampoco sería saludable para tí negar de la maternidad por el mero hecho de renegar de tu pasado o del pasado colectivo como mujeres modelo dominante, perdiendo así la posibilidad y el placer de gestar, alumbrar y arropar a una potencial criatura.
Posibles resistencias o miedos a ser madre hoy en día:
- Pérdida de libertad, movilidad o independencia.
- Pérdida de comodidad, espacio personal y/o de pareja.
- Temor a la inestabilidad o dificultades económicas más serias que las ya vividas.
- Temor a no ser una buena o dedicada madre como pudo haber sido tu propia madre en otra época y coyuntura.
- Temor a repetir patrones nocivos de crianza o relación conyugal como los que pudiste haber vivido en tu primer hogar.
- Rechazo a revivir recuerdos y memorias ya sanjadas de la etapa infantil.
En contraposición a estos miedos más o menos conscientes, puede que incluso sin desearlo, seas una mujer que compulsiva y obstinadamente piensa frases del tipo:
Creencias que pueden estar motivándote a ser madre:
- Tengo que tener un hijo/a para salvar nuestra pareja o crear un vínculo estable entre nosotros.
- Se me está pasando el tiempo y ya no podré tener hijos/as.
- Tengo que tener un objetivo por el que vivir.
- ¿Quién va a cuidar de mí cuando sea anciana?
- Si mis amigas y pares ya tienen una familia, yo también quiero una para no sentirme resagada o diferente.
Estas creencias, la mayoría de veces ocultas, puede que incluso te lleven a emparejarte con hombres poco afines o apropiados, por el mero hecho de satisfacer y completar tu más o menos consciente deseo de ser madre.
Es importante entonces resaltar que el tener un hijo/a no debe ser nunca desde una obligación social o una auto imagen arraigada en tu mente desde tu más tierna edad, sino desde un deseo muy profundo, maduro y compartido que te llevará a sentirte más realizada como persona y como pareja.
Como Terapeuta individual y de parejas puedo transmitir que tener un hijo no salva ni sostiene el vínculo afectivo, más bien por el contrario la mayoría de veces lo termina de disolver si no es lo suficientemente sólido. Así como tampoco un hijo/a rescata o sostiene a la persona que se siente en una crisis personal. Ser madre puede incluso agudizar los problemas que ya estás viviendo o sintiendo en tí misma o con tu pareja.
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